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El Altar de los Dioses
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//10 de Mayo, 2010

TOMO I: El principio del fin

por hernanli a las 12:03, en General

CAPÍTULO III

 

LA SEMILLA QUE ES PLANTADA






Tras escuchar la historia del anciano, la primera reacción de Sid fue lanzar una pequeña risa. El muchacho no le creyó nada; lo tomó como un loco, y regresó a la aldea seguido por el sabio desde atrás. Pero al llegar, toda la fiesta parecía haber terminado y todos se comportaban de una forma muy extraña. De repente, unos aldeanos que tenían los ojos rojos, como endemoniados, quisieron atacarlos, así que corrieron rápidamente hasta su casa. La sonrisa en la cara de Sid había dejado lugar a un rostro frío y serio; estaba sorprendido, y no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Por un momento se quedó callado, como queriendo despertar de esa horrible pesadilla, pero en un minuto comenzó a caminar como loco por toda la casa mientras tiraba todas las cosas que estaban a su paso, buscando ese alguien que le diga que todo era una gran farsa y nada era real. En ese instante el anciano lo tomó de un brazo fuertemente y le dijo que entrara en razón.

 

-Mira muchacho, yo sé que todo esto puede parecer increíble para ti, ¿pero es que acaso no lo estás viendo?-

-¿¡Viendo que cosa!? Yo solo vi una piedra caer del cielo, de hecho no estoy seguro si era una piedra. Luego un extraño hombre llega y me cuenta sus historias y mi aldea se oscurece repentinamente, yo no sé nada, ¡maldita sea!- dijo Sigfried al momento que arrojaba un vaso de madera al suelo.

-Tu aldea se oscureció por que el mal pronto comenzará a azotar al mundo. Las personas de aquí ya son solo esclavos, tú te salvaste por que estabas afuera en el momento justo-dijo el hombre con su tranquila voz-, de otra forma ya estarías perdido también.-

-¿Y qué quiere que haga?-replicó Sid muy exaltado

-Escúchame a mí, tú eres el único que sobrevivió de todas las personas que se encontraban aquí y corres gran peligro. No salgas de aquí sin mi ayuda, si tocas el agua podrías  morir-

 

Luego de esta breve discusión, ambos se vieron a la cara con una fría mirada por unos instantes. Acto seguido, Sigfried se soltó bruscamente y salió de la vivienda, desobedeciendo las órdenes del anciano quien le dijo que no lo hiciera, cerrando la puerta muy fuerte. Una vez afuera, se encontró con una aldea mucho más oscura que de costumbre, a pesar de que ya eran horas pasadas de la medianoche. Comenzó a caminar lentamente, como pensando, mientras observaba todo a su alrededor. El lugar parecía desolado. El pasto que cubría la mayor parte del suelo se hallaba mojado, aunque no le prestó mucha atención a eso. El único sonido que se escuchaba era el del chapoteo de sus pies. Luego subió varias escaleras y vio a lo lejos dos aldeanos. Se acercó unos metros, pero de repente un temor en su interior lo frenó y decidió volver. Pasó por debajo de unos árboles, pero hasta los pájaros parecían haberse esfumado. Tan solo una paloma de un color negro brillante agitó sus alas y emprendió vuelo. Finalmente, llegó a orillas del río más grande, el lugar favorito de todos los habitantes de esa aldea. Ahí se detuvo y levantó su cabeza al cielo para observar la luna, pero las oscuras nubes hasta eso cubrían. Únicamente un pequeño rayo de luz blanca parecía hacer fuerza para romper con esa tiniebla. Al ver esto, con sus ojos llenos de lágrimas, Sigfried se arrodilló en el frío césped, apoyando también sus manos, y se quedó así por un rato.
Por fin, pareció recobrar fuerzas y se puso de pie. Tan solo unos segundos miró al cielo y dio media vuelta. Regresó lentamente hasta su casa con la mirada perdida y un sentimiento de odio que no sabía a que o quien dirigir.
Al abrir la rechinante puerta notó que aún lo esperaba el anciano, y tras unos segundos de haber ingresado se escuchó un fuerte ruido de alguien que la abría bruscamente detrás de sí. Sid giró su cabeza automáticamente, y con gran sorpresa notó que se trataba de Zoe, un gran amigo suyo que había estado fuera de la aldea unos cuantos meses. Al igual que Sid, venía vestido con una remera blanca y un pantalón marrón con un tirador cruzado, solo que este traía un pequeño collar rojo en el cuello que le habían regalado en su viaje. El chico estaba muy agitado, y entró casi corriendo a la casa. No comprendía absolutamente nada, pero más se sorprendió cuando encontró a ese desconocido y extraño anciano dentro. Miró a Sid con mucho miedo. Solo quería encontrar una respuesta a todo eso que estaba sucediendo, pero su amigo estaba mudo.
Lentamente se fue acercando hacia él mientras lo  analizaba con la mirada.

-¿Qué sucede Sid? preguntó el chico con la voz un tanto temblorosa- ¿y quién es este hombre?-

Sigfried solo lo miraba, y cuando ya estuvieron casi pegados  desvió su mirada hacia un costado con un semblante tan serio que hasta llegaba a asustar. Sus ojos oscuros no expresaban emoción alguna, solo parecían estar llenos de miedo. Ya un poco furioso, Zoe le dijo, casi como exigiéndole, que le cuente la verdad. Finalmente, Sigfried agachó la cabeza y unas lágrimas suyas mojaron el suelo. Luego respiró profundamente, y aún con la cabeza abajo gritó: -¡¡de acuerdo, hagámoslo!!-. Al instante miró fijamente al anciano, pero ya con otra cara, mucho más decidida en lo que iba a hacer: ir en busca de las tres piedras.
Pero Zoe seguía ahí parado sin entender nada, así que más enojado, le pidió a Sid que le cuente lo que estaba sucediendo. Su amigo lo tomó de un hombro y ambos caminaron hasta dos sillas. Se sentaron ahí, y luego de un gran silencio Sid comenzó a contarle la historia de las tres piedras sagradas y por que debían reunirlas en el menor tiempo posible.

-Eso es lo que está sucediendo- dijo Sid con la voz un poco baja

-¿Eso? ¿Qué es eso?, ¿y quién es este hombre?-decía Zoe que estaba muy nervioso

-Lo que te acabo de contar. Yo creí que era el único que había sobrevivido pero ahora me doy cuenta que no es así.

-¿El único? ¿qué pasó con la aldea Sid?-

-No lo sé. Yo me encontraba afuera como tú, escuché el ruido de una gran lluvia, y cuando regresé todo había cambiado-

-¿Pero por qué?, yo estuve afuera varios meses, tú lo sabes, pero tu estuviste aquí. Hoy era la noche del carnaval, se suponía que todos debían estar festejando. ¿tú no estuvis-

-¡No se! ¡no se! ¡no se que sucedió maldita sea!-dijo Sid gritando nuevamente interrumpiendo a su amigo.

Por unos segundos se produjo un silencio con Sid mirando al piso y Zoe mirándolo fijamente a él.

-He pasado por varios pueblos pero solo aquí he visto esto. ¿Conoces algún otro lugar donde haya sucedido algo parecido?- dijo Zoe

-No lo se amigo…-dijo Sid recuperando la calma nuevamente-no lo se.-

-No, esto solo sucedió aquí- dijo el anciano que se encontraba parado a un costado.

-¿Cómo sabe usted eso? ¿Quién es usted?-preguntó rápidamente Zoe

-Yo soy un sabio que vive en las afueras de la aldea. Mi función es custodiarla para prevenir los males. Todas las noches hablo con las estrellas y ellas me transmiten sus pensamientos.-

-¿Usted sabía de esto?¿sabía que iba a suceder?

-Sí-

-¿Y si lo sabía porque no nos previno?-

-Por alguna razón me fue imposible, quizás tenía que suceder así. El destino no siempre se puede cambiar- respondió el anciano que en ningún momento levantó su voz.

-¿Qué es el destino? No creo en eso.-

-No puedo contarte todo ahora, solo lo que Sigfried te dijo, pero créeme, esto recién acaba de empezar. Debemos unirnos ahora o en un año todo se verá hundido en la oscuridad.-

 

 Luego Zoe miró nuevamente a la cara a su amigo con los ojos llorosos, y pasados unos segundos Sid lanzó una gran carcajada y comenzó a reírse como loco, quizás por los nervios. Zoe se levantó muy enojado y lo tomó fuertemente de la ropa, y le dijo que si no quería contarle la verdad no importaba, ya lo averiguaría por su cuenta. Lo siguiente que hizo fue ir hasta la puerta de entrada, y al abrirla, se quedó petrificado al ver el cuadro de afuera. El ambiente estaba completamente oscuro, y un silencio de ultratumba parecía apoderarse de todo. Solo se escuchaba el silbido del viento de vez en cuando, y los pocos aldeanos que se hallaban afuera, tenían sus ojos brillantes de color rojo, y parecían iluminarse aún más en la oscuridad.
Mientras tanto, Sid fue a su habitación, tomó una vieja mochila y comenzó a guardar ropa y otras cosas en ella. En ese momento escuchó que la puerta de entrada se cerró bruscamente. Fue a ver que sucedía, y vio a Zoe sentado en una de las sillas llorando en voz baja. Lo miró, pero siguió preparando sus cosas. Por último guardó en la mochila su soga de la suerte, la cual era de color verde y medía varios metros, y desde chico la usaba en todas sus travesuras. También puso una pequeña espada que era un tesoro regalado por su abuelo, y aunque era pequeña también era muy filosa.
Al terminar, fue hasta donde se encontraba su amigo. Se paró al lado y Zoe levantó su cabeza dejando ver sus ojos llenos de lágrimas. Sid le aseguró que ya le había contado toda la verdad, pero solo estaba en él creerle o no. Luego le dijo al anciano que ya era hora de marcharse y los dos comenzaron a caminar hacia la puerta. En ese instante, Sid sintió que alguien lo tomó del hombro. Se dio vuelta y vio que era su amigo.

-Sid, ¿estás seguro de lo que quieres hacer?-

-Sí, estoy seguro, voy a salvar a mi gente-respondió Sigfried con la vista clavada en su rostro, y  unos segundos Zoe dijo:

-Bien, entonces yo iré contigo. Siempre hemos sido amigos y siempre he confiado en ti, sé que no mentirías. Además esto ya no es asunto tuyo, es mío también. Tú no eres el único que sobrevivió en nuestra aldea.-

-Sabía que podía contar contigo amigo Zoe-respondió Sigfried con un tono de voz más sereno.

 Los dos sonrieron juntos y se dieron la mano con mucha alegría, algo que se notaba más en Sid.
Luego de esto, salieron afuera y el anciano tomó un bastón suyo que tenía un farol colgado con fuego en su interior para iluminar en la oscuridad. Lo primero que hicieron fue dirigirse a la casa de Zoe, ya que el chico debía empacar algunas cosas antes de partir. Luego de un rato, notaron que el piso estaba mojado. El anciano dijo que se debía a la lluvia que hace un rato había caído. –Para poseer a las personas, el demonio hace que se oscurezca el cielo de un pueblo. Luego comienza a llover, y todo aquel que fuera alcanzado por el agua caerá automáticamente bajo su poder- , y le explicó a Sid y a su amigo que se habían salvado de milagro, ya que en ese momento se encontraban fuera de la aldea.
Pasaron unos minutos hasta que llegaron a la casa de Zoe. Esta estaba muy oscura y parecía abandonada, con mucho polvo, pero esto solo se debía a que el chico no había estado ahí desde hacía unos meses. Una vez adentro, el chico guardó sus cosas rápidamente en una mochila, entre ellas una vieja espada de unos treinta centímetros que tenía la hoja oxidada y salieron otra vez. Caminaron con cautela, y en su camino se cruzaron con un aldeano poseído que parecía vagar sin sentido como un alma en pena. Los tres se escondieron detrás de una casa hasta que pasara, y al irse, siguieron por su ruta hasta llegar a las puertas de la aldea. Cruzaron las mismas y llegaron al bosque. Caminaron alrededor de cien metros y miraron para arriba. El oscuro cielo parecía haber desaparecido de repente, y aunque era plena noche, las estrellas se veían con claridad.

-Aquí afuera es donde estamos más seguros en este momento, a partir de ahora no podemos regresar a la aldea.- dijo el anciano. Los muchachos se miraron con unos ojos difíciles de traducir pero no dijeron nada.-Ahora es preciso que me acompañen a mi morada para que podamos hacer esto de la mejor manera- continuó el anciano, al mismo tiempo que comenzaba a caminar.

Los dos jóvenes se quedaron parados.-Vamos síganme-dijo el hombre y al momento los dos comenzaron a caminar. En la oscuridad de aquel bosque, solo eran iluminados por la luz de la luna que en ese lugar aún brillaba fuertemente, tiñendo sus rostros con pequeños rayos de luz blanca.

Caminaron unos cinco minutos quizás hasta llegar a los pies de una montaña. Por ese lado habían muchas que rodeaban a la aldea aunque la mayoría no eran de gran tamaño. Guiados por el anciano, llegaron a un lugar que estaba como en medio de una montaña y otra por donde se dibujaba un camino muy angosto que subía en forma de escalera. Los tres comenzaron a transitar por ahí, con el anciano siempre por delante. No había sonido alguno, tan solo el de los pasos que ellos daban y el golpeteo del bastón de madera que llevaba el hombre al chocar con el suelo de piedra. La única luz que había era la de su farol que iluminaba el rostro de los chicos y cuyo fuego dibujaba extrañas formas en las paredes.

Cinco minutos más tarde llegaron a un pequeño cuarto que de primera impresión tenía el aspecto de una cueva, pero al ingresar el anciano encendió varios faroles que iluminaron todo y notaron que se trataba de un cuarto grande, pero solo se veía una mesa tallada en piedra y varias sillas, además de otros objetos extraños quien sabe para que. La mesa estaba junto a una ventana desde donde se veía de forma perfecta la Aldea de la Luna, ahora completamente oscura, y por alguna razón la luz de la luna que entraba por ese lugar era más fuerte. Un solo farol era suficiente para iluminar bien todo. Los chicos se sentaron, y el anciano fue buscar algo, regresando muy rápidamente y sentándose junto a ellos.

-Bien, debemos seguir un plan-dijo el anciano con su voz siempre calma y misteriosa-, el tiempo es lo más valioso para nosotros en este momento.

-Es verdad-dijo Sigfried-¿cómo debemos seguir entonces?-

-Si queremos derrotar, es necesario que ustedes vayan por un lado y yo por otro. Su misión será encontrar las Rocas Sagradas que están esparcidas por el mundo. Por mi parte, yo iré por los diferentes pueblos para prevenir a la gente del peligro. Debemos salvar a todos los que podamos, ellos nos podrían ayudar en el futuro.-

-Bien, ¿pero cómo vamos?¿a dónde?-

-Este es un mapa que los guiará hacia la primer Roca-dijo el anciano desenrollando un papel en medio de la mesa. Sid y Zoe lo miraron unos momentos y luego Sid preguntó:

-¿Qué haremos cuando tengamos las tres Rocas?-

-Deberán llevarlas al Altar Sagrado que se encuentra en la ciudad de Aires Dorados, entonces los tres dioses revivirán y derrotarán al demonio antes de que este invada al mundo con su maldad. Esto debe ser realizado antes de un año o quizás será demasiado tarde-

-Comprendo-respondió Sid. Zoe solo escuchaba-

-De todas formas, yo estaré a su lado aunque no me puedan ver, y estaré en su camino cuando me necesiten. Pero algo que deben tener en cuidado es de contar a otras personas sobre su cometido. Esta época, a la que las estrellas llaman El Principio Del Fin acaba de comenzar aquí, pero no puedo estar seguro a que velocidad avanza y cuanto tiempo le tomará al demonio conquistar otros pueblos, es por eso que deben tener cuidado y no hablar a muchas personas sobre su plan ya que podrían ser asesinados por alguien que ya esté bajo su influencia-

-De acuerdo, tendremos cuidado e intentaremos mirar bien-dijo por fin Zoe.

Luego al anciano tomó dos pequeñas botellas que contenían una poción de color rojo.

-Beban esta poción-dijo el hombre mientras se las entregaba-esto ayudará a ustedes no caigan bajo el poder del demonio-

Los muchachos parecieron dudar por unos segundos, mirando fijamente al anciano y luego bebieron su contenido. No podríamos especificar exactamente el sabor del líquido pero a juzgar por la cara de los chicos no sabía muy bien.

-Por último lleven consigo estas pociones, los ayudarán en su camino, pero úsenlas con sabiduría solo cuando sea necesario.- Acto seguido le entregó a Sid una pequeña bolsa que dejaba escuchar el golpeteo de las botellas en su interior y este la guardó en su mochila.

-Bien es todo por ahora, debemos comenzar lo antes posible-dijo el anciano

-De acuerdo, llegaremos hasta el final y lograremos el objetivo-dijo Sid al momento que su amigo se ponía de pie y el guardaba el mapa en su mochila.

Tras mirarse unos segundos regresaron nuevamente hasta el final del cuarto y luego bajaron nuevamente por esas oscuras escaleras de piedra

Minutos más tarde llegaron nuevamente al bosque, oscuro, donde solo se escuchaba el sonido de los insectos. Se detuvieron por un instante y el anciano les dijo:

-Nos veremos en el futuro- solo eso, y dio media vuelta y emprendió su marcha con la luz de su farol alejándose en esa oscura noche de verano. Los chicos se quedaron contemplando ese cuadro unos instantes y luego ellos también emprendieron su camino.

Luego de caminar rato, los dos ya estaban muy cansados y se acostaron en el suelo dispuestos a dormir bajo la luz de la luna. En sus cabezas habían muchos pensamientos entre los que daban vueltas y vueltas. Sus corazones aún estaban indecisos, pero entonces recordaron lo visto en su aldea y tras llenarlos de lágrimas, cerraron los ojos y prometieron llegar hasta el final para derrotar al malvado demonio.

 

Continua el viernes 14 de mayo

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Hernan Li

Explorador por naturaleza, amante de la vida y con hobbies tan variados como cosas hay en el mundo, te invito a compartir esta gran historia que continuará con un capítulo nuevo cada lunes y viernes. Si quieres visitar mi blog sobre mi vida en china esta es la direccion: http://unargentinoenchina.fullblog.com.ar/

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